Guía foodie por el Valle de Guadalupe

En pocos años se ha convertido en un destino gastronómico de alto nivel. La creatividad culinaria se aprecia desde la comida callejera, pasando por las tienditas de abarrotes y cremerías, hasta los restaurantes de la reconocida lista 50 Best de América Latina. Se vive un ambiente donde chefs, enólogos y sommeliers —locales y foráneos— buscan aprender y pulir sus carreras en las vinícolas y restaurantes reconocidos de la región.

Por Ale Riveros 

El Valle de Guadalupe es desértico, por lo que, a pesar de estar junto al mar, tiene un clima seco. Y con ello viene un paisaje de colores áridos —cerros, rocas, tierra y viñedos— en el que la arquitectura moderna de las vinícolas, hoteles y restaurantes hace eco: madera, piedra, adobe y acero corten son elementos comunes. A eso le sumas mucha creatividad, buen gusto y detalles, en interiores y jardines, y el resultado son espacios que se nota están hechos con cariño. 

En el Valle no encuentras hoteles o tiendas de cadena. La mayoría de los negocios son pequeños y familiares, y su gente es cálida y honesta. Además es un destino donde reina la paz porque no hay antros, bares o ruido; tampoco hay alumbrado público y eso es parte de su encanto porque, ya obscuro, las protagonistas son las estrellas que se aprecian hasta el horizonte. Algunos hoteles tienen terrazas con mesas o salas, a veces fogatas, que son ideales para platicar y tomar una copa bajo el cielo estrellado. Aquí una lista de opciones para elegir acorde al viajero.


DÓNDE QUEDARSE

Hoy hay aproximadamente 120 habitaciones en el Valle de Guadalupe y muchas más en construcción. Para mí, hay tres tipos de hoteles: para parejas, para grupos —de amigos o familia— y el de lujo para ambos.

Para amigos o familias. Esta opción se trata de una casa grande, con 5 o 6 cuartos, que es ideal para ir en grupo de amigos o familia. Tienen sala, biblioteca, cocina, terrazas y otros espacios que provocan que la convivencia sea natural. De este tipo te recomendamos Villas del Valle y Adobe Guadalupe.

Para parejas. Los que son cabinas independientes ofrecen un concepto íntimo y minimalista, y los hay de muchos tipos: carpas de lona de súper lujo, burbujas, habitaciones dentro de rocas gigantes, aldeas, en forma de contenedores… Algunos hoteles lindos de este estilo son: Bruma, Encuentro Guadalupe, Agua de Vid, Casa Urbina, Rocas del Valle, Campera y Cuatro Cuatros, que en otoño ofrecerá cabinas operadas por Hotel Hábita además de las carpas de lujo que ya tienen.

El de lujo Esta categoría es 100% comodidad y es la que ofrece El Cielo, que son villas con vista al lago y a sus viñedos. Es como quedarte en un hotel de lujo de ciudad, pero en medio del Valle. Cada villa tiene su fire pit y en las noches se escucha la cascada del lago y las ranas. Hay villas de varios tipos, pero la tuya podría tener una sala amplia, comedor para ocho, cocina, recámara completa con su baño, más baño de visitas. Todo es nuevo, la decoración es acogedora y los pequeños detalles no faltan.


El VINO

En Baja California Norte se produce casi el 90% del vino mexicano y son varios valles en los que se cultiva vid. Entre los más importantes están Ojos Negros, Grulla, Santo Tomás, Las Palmas, San Vicente y el de Guadalupe. Este último es el que tiene más vinícolas y mayor extensión territorial. En general, en esta zona se vive un desarrollo importante: crecimiento y apertura de nuevas vinícolas; experimentación y descubrimiento de diferentes calidades de vino que esta tierra puede dar. Algunas bodegas ya han logrado madurar y producir grandes vinos de calidad constante, listos para competir a nivel mundial.

Visitar las vinícolas es una de tus actividades principales en el Valle de Guadalupe. Lo ideal es que en tu primera parada llegues a una bodega donde puedas hacer un recorrido completo, es decir, desde el campo (en pocas lo ofrecen), pasando por la vinificación, hasta llegar a la sala de degustación. De esta manera recordarás todo el proceso de su elaboración, y podrás entender y apreciar mejor tus siguientes visitas, en las que te podrías ir directo a degustar. De cualquier forma, te recomendamos que donde tengas oportunidad, no dejes de hacer el recorrido breve de vinificación además de la cata en sus cavas porque cada vinícola tiene su encanto y su modo. Cuando tengas la opción de probar varias gamas, pide la más alta para que conozcas el magnífico potencial que tiene la región. Incluso encontrarás nuevos métodos patentados por mexicanos que iniciaron en el Valle.


BODEGAS POR VISITAR

Hace 10 años el vino mexicano no tenía tanta variedad de primer nivel como ahora y comparado con otras regiones, su crecimiento y maduración ha sido acelerado. Estos son algunos de los viñedos que no te puedes perder.

Villa Montefiori. No puedo negar que los vinos de etiqueta Paololi son de mis favoritos mexicanos: no te pierdas el Brunello ni el Nebbiolo. Ambos han sido premiados y son de uvas italianas que han encontrado en esta tierra una nueva y maravillosa forma de expresarse.

El Cielo. Cuentan por ahí que una pareja de Mérida llegó invitada por otra pareja al Valle de Guadalupe con la intención de poner un hotelito con un viñedo como planes de retiro. Hicieron tan bien las cosas que el viñedo creció sin remedio y ahora es uno de los grandes del Valle: tienen más de 12 etiquetas, muchas de ellas se distinguen por su calidad. Tienen un excelente vino blanco que se llama Capricornio y sus mejores tintos, en mi opinión, son Orión y Perseus.

Casa de Piedra. Este es el viñedo del pionero del Valle, Hugo D’Acosta, que, con estudios de ingeniero agrónomo y enólogo, ha dedicado toda su vida al vino. Es uno de los principales responsables de la revolución del vino mexicano y del reconocimiento que éste ha tenido a nivel mundial. Ha estado haciendo su propio vino por más de 15 años, después de haber trabajado en diversas bodegas. La degustación en Casa de Piedra está planeada como debe ser: una copa Riedel por cada vino a probar.

Santo Tomás. Esta vinícola fue la primera y es una de las grandes. Además de probar sus vinos, te recomendamos probar sus aceites. No siempre puede uno catar aceites de diferentes variedades de olivo.

Monte Xanic. Puesta con toda la mano, esta vinícola ofrece diferentes tipos de experiencias y las mejores vistas del Valle. Además, en la entrada tienen todas las variedades de vides plantadas, como en aparador, para que aprecies las diferencias entre ellas.

Finca La Carrodilla. Estos vinos son orgánicos; se producen con prácticas biodinámicas y el resultado en copa es muy bueno. Vale la pena visitar esta vinícola para conocer diferentes procesos de elaboración. Te vas a sorprender.

Viñas de Garza. Esta bodega parece de cuento, está muy bien cuidada, y casi siempre encuentras a Don Amado Garza, su esposa o su hija, Melissa, al pendiente del viñedo. Si programas tu cita con tiempo y formas un grupo te pueden dar la visita guiada personalmente. Sus vinos son de calidad consistente. Prueba su Gran Amado, es potente y complejo.

Decantos. Otra vinícola imperdible, especialmente por el recorrido a través de su innovadora planta. No comento más para que no arruinar la sorpresa en tu próximo viaje al Valle.

Lomita. Fácil de reconocer por sus etiquetas de diseños artísticos, los vinos de Lomita son amables y fáciles de tomar en una tarde de buena conversación.


LA COMIDA

La otra actividad que ocupa gran parte de tu agenda en el Valle de Guadalupe es comer. Es difícil imaginar cómo en este pequeño poblado puede uno encontrar tanta maravilla de la cocina. Me atrevo a decir que tiene el «talento culinario per cápita» más alto de México: muchos de los mejores chefs del país se han establecido en el Valle para encontrar diferentes formas de expresar su creatividad culinaria con los ingredientes que de esta tierra crecen. Algunos chefs son autodidactas y tienen la fortuna de haber crecido en medio de esta tierra de calidad y creatividad en la cocina. Así encontramos desde carretas hasta restaurantes en la lista de San Pellegrino.

Fieles a lo que el terruño ofrece, muchos de estos cocineros cultivan sus huertos, crían sus animales y usan hornos de leños. En general, hay un gran respeto al ingrediente natural de la zona, lo que resulta en una experiencia como pocas en la vida. Aquí una lista de mis favoritos.

DÓNDE COMER

Fauna. Dentro del hotel Bruma, éste me sacudió la cabeza con sus creaciones, o como dirían en inglés, «it blew my mind». Cada platillo está bien cuidado y el servicio es impecable. Estoy segura de que vienen muchas cosas buenas para el chef David Castro Hussong, siempre muy pendiente de su restaurant.

Laja. Cuando no había turismo gastronómico en el Valle, ya estaba Laja. Fue el primer grande en la zona y cuando vives la experiencia, notas la madurez y consolidación de calidad de alimentos y servicio. Tienen un nivel de perfección y equilibrio hasta en una hoja de lechuga. No te pierdas el menú más extenso que ofrecen.

Manzanilla. (en Ensenada) Pide el menú degustación, lo vale. Las porciones están bien planeadas, llegas con apetito al final del menú y quedas satisfecho. El chef Benito Molina y su esposa la chef Solange Muris, siempre presentes en el lugar, son famosos por su reconocido restaurante, y más recientemente por su participación en el programa Master Chef. Molina llegó hace 20 años, cuando Hugo D’Acosta, enólogo de quien ya hemos hablando, lo contrató como jefe de cocina para un restaurante que abrió. Ahí conoció a su esposa y, hace más de 18 años, abrieron Manzanilla, donde cocinan con los mejores ingredientes de Baja California.

Malva. Una de las mejores expresiones de los ingredientes del Valle. Los vegetales protagonizan platillos donde normalmente reina una proteína. Por ejemplo, un aguachile de chayote con puré de aguacate y salicornia, esa planta que crece en saladeras, playas o manglares, y aporta lo salado a un platillo. Al chef Roberto Alcocer lo encuentras en la cocina cuidando todo lo que sale. Cuando vayas, definitivamente será una de tus mejores cenas.

Deckman’s. Su encanto está en cada rincón: la cocina bajo los árboles, las paredes de paja cubierta de adobe, el tendedero de foquitos, la vista al valle y hasta los baños tienen gracia. Llega con luz de día y deja que caiga la noche mientras pruebas sus platillos para disfrutar todas sus facetas. La cocina del chef Drew Deckman es de campo, con mucha parrilla y mucho asador: no dejes de probar el ribeye y el pulpo asado. 

Corazón de Tierra. Una cocina interesante que sorprende por su creatividad y los métodos de elaboración. Puedes esperar detalles ingeniosos como verduras fermentadas o una salsa demi-glace añeja. Al final, hasta un recuerdo te llevas.

TrasLomita. Este ha sido un afortunado descubrimiento mientras visitaba el viñedo Lomita. Encuentras platillos bien balanceados, con vegetales increíbles y sus vinos brillan con el menú de la chef Sheyla Alvarado.

Altozano. Un ambiente muy del Valle: la clásica terraza con una vista impresionante que hace que no te quieras ir. Cocina con mucho sabor y expresión, abundante leña y mucha grasa, pero no estamos peleados con ésta, que al final aporta sabor. Su carta de bebidas es amplia: aquí probé una cerveza de la región, se llama Sirena, y es de esas que te gusta, aunque no te guste la cerveza. Y respecto a los vinos, no dejaron a ninguna bodega fuera, así que puedes cenar con tu favorito del Valle.

Latitud 32. Espera platillos con un twist, —como el tartar de atún con salsa de yogurt y un toque de hierbabuena— que interrumpen tu plática para ver qué está pasando en tu plato. Tienen muy buen servicio e ingredientes de primera.

Doña Estela. No necesitas mucho presupuesto para desayunar con Doña Estela. Lo que necesitas es levantarte temprano o harás una fila de más de una hora, pero definitivamente lo vale. No puedes regresarte sin pasar por ahí. No tiene sólo un buen platillo: tiene muchos y todos son perfectos. Desde la botana de cuadritos de queso (hecho en casa), pasando por el pan dulce (las conchas ahumadas en horno de leña y las empanadas de calabaza son perfectas) y hasta su famoso borrego tatemado con el caldo a un lado, que te da la textura crujiente sin sentirlo seco gracias al caldo. Me quedé con las ganas de probar los hotcakes con elote. Serán un motivo para volver.

Tre Galline. Un restaurante de una pareja de italianos encantadores que preparan deliciosas pastas al estilo de su nonna. También tienen un carpaccio de res excepcional que marinan durante 15 días en vino y lo sirven con láminas de queso parmesano.

La Guerrerense. Esta señora llegó a Ensenada, puso su carreta de tostadas usando los ingredientes que tenía a la mano e hizo magia. Sus propuestas han ganado toda clase de premios y es tanta la gente que quiere probar sus platillos del mar, que la carreta no se dio abasto y tuvo que poner un local en frente, el cual hace más cómoda la experiencia a quienes no quieran comer parados en la banqueta. Pide las tostadas de erizo con almeja y las de caracol.  

No olvides pararte en Puerto Nuevo, entre Tijuana y el Valle, para probar los tacos de langosta con vista a la playa de Rosarito, en el restaurante Villa Ortega.

Otra parada obligada, que es recomendable hacer en tu camino al restaurante Manzanilla, es en el Bar Bura, dentro del fraccionamiento Cuatro Cuatros. Te recomiendo pedir sólo uno o dos tragos (para no arruinar tu apetito para la gran cena que te espera) mientras disfrutas una de las mejores vistas que existen al Pacífico desde Canadá hasta Puerto Vallarta.

Por último, date una vuelta por la Cremería Los Globos para comprar quesos, aderezos y vinagretas para llevar a casa.


Algunos consejos

Cuando vayas al Valle de Guadalupe, recuerda que en las noches refresca, así que viste en capas para protegerte del frío que puede sentirse cuando se oculte el sol. Lleva sombrero y bloqueador. Para las mujeres: no lleven tacones. Mucho de lo que visitas no está pavimentado, la tierra es inevitable y parte del encanto. Programa tus visitas, la mayoría de las vinícolas abren de 11 a. m. a 5 p. m. Entre más reservaciones hagas mejor. Lo ideal es ir de martes a sábado.  

Otro tema importante: si no te gusta el calor, no vayas entre mayo y octubre. Los demás meses, te puede tocar un poco menos verde, pero está más fresco y hay menos turismo, lo que se traduce en más atención para ti.

Otras actividades

Si quieres complementar tu viaje con otras actividades, además de comer y beber, tienes muchas opciones: recorridos en caballo por la playa, la ruta del queso, el Museo de la Vid y el Vino, visitas a criaderos de conchas, ecoturismo, conocer Ensenada o Tijuana e ir de shopping a San Diego.

Orgullosamente mexicano

En el Valle de Guadalupe se ofrece un destino de primer mundo del que podemos sentirnos orgullosos. La zona está bien cuidada, limpia y es segura. Su gente es amable, trabajadora y honesta. Es un paisaje único donde el vino, la gastronomía, el servicio y la arquitectura están hechos por mexicanos, para compartir con el turista más exigente de cualquier parte del mundo.

 

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